Las torres miradores gaditanas estaban pensadas para ver y ser vistos. Desde garitas y ventanas —orientadas a los cuatro puntos cardinales— se podía divisar la flota con catalejos y anteojos. Desde su cúspide se izaban banderas que servían para comunicarse con los buques que entraban y salían por el puerto. El equilibrio entre la practicidad y el lujo hizo que estas construcciones llegasen a crear incluso tipologías arquitectónicas propias según cómo resolviesen la culminación de su parte más alta. Los comerciantes compitieron por hacer de su torre la más vistosa y espectacular, con ornamentaciones a base de cerámicas y morteros de cal de colores rojos, blancos y negros que recrean motivos geométricos mudéjares. Desde el mar, los miradores dibujaban un horizonte urbano alabado por diversos escritores y viajeros de los siglos XVIII y XIX
En la actualidad, en Cádiz hay 129 torres miradores. Todas son privadas, a excepción de la Torre Tavira, que puede visitarse y es uno de los principales lugares de interés turístico de la ciudad.