Silencio; es la cigarra, la doctora,
la que enseñó a virgilio la poesía
y dio a las viñas griegas su armonía
cual bordón inmortal de luz cantora.
Aun pasa con su lira triunfadora
ardiendo en entusiasmo y energía;
encerrado en sus élitros va el día,
escuchad su canción abrasadora.
Ser en la roja siesta enardecido,
es un ascua del sol hecha alarido
que a su propio calor fundirse quiere.
Quema al cantar su real naturaleza,
canta por el amor a la belleza,
canta a las almas, y cantando muere.
Salvador Rueda